Millones de microorganismos habitan nuestras tripas desde que nacemos y desempeñan un papel clave en nuestra salud, del que poco a poco se van desvelando nuevas funciones. Son imprescindibles para desarrollar defensas y digerir alimentos, se comunican con el cerebro e influyen sobre el comportamiento social. Y, por escatológico que parezca, ofrecen soluciones como el trasplante de heces, indicado en casos de diarreas recurrentes. Ahora, dos estudios publicados en Science muestran que este ecosistema de microbios también puede aprovecharse para combatir la malnutrición, un problema de salud muy difícil de tratar que afecta en el mundo a millones de niños y que ocasiona retrasos en el crecimiento.
En el primero de los dos nuevos artículos, liderado por el equipo de Laura Blanton y Jeff Gordon, de la Universidad de Washington, Estados Unidos, se muestra cómo la transferencia de flora intestinal de niños sanos a ratones contrarresta los daños causados por los microbios de los niños desnutridos en los mismos animales.
Los científicos ya sabían por trabajos anteriores que la desnutrición pone en peligro el desarrollo de la comunidad microbiana intestinal, que va cambiando con la edad a lo largo de la vida de los humanos. Blanton y Gordon confirmaron este efecto en una población de niños de Malawi. Los que estaban malnutridos tenían comunidades intestinales propias de edades más jóvenes que sus coetáneos sanos, y una microbiota inmadura se correlacionaba con retrasos en el crecimiento.
El equipo tomó muestras de heces de estos niños de Malawi de 6 y 18 meses de edad, clasificados en dos grupos: desnutridos y saludables. Trasplantaron las muestras en ratones de cinco semanas que carecían de cualquier tipo de flora intestinal y esperaron a ver qué sucedía.
Los ratones colonizados con la microbiota de los bebés sanos ganaron más peso y masa corporal magra que los roedores con microbios de donantes desnutridos. Cuando, más tarde, pusieron a convivir a todos los ratones juntos, la microbiota de los saludables invadió a los enfermos y entonces ocurrió lo que el equipo científico esperaba observar: los desnutridos recuperaron su crecimiento normal.
En investigaciones posteriores, los científicos identificaron dos especies de microbios, Ruminococcus gnavus y Clostridium symbiosum, como responsables de la mejora en el crecimiento y el metabolismo.
Lactobacillus para apoyar el crecimiento
El segundo estudio identifica dos cepas de Lactobacillus plantarum que mantienen la actividad de la hormona del crecimiento en ratones jóvenes desnutridos. Sin la ayuda de las bacterias, los roedores presentarían resistencia a la hormona por culpa de la desnutrición. Dicho de otra forma, estas dos especies microbianas pueden amortiguar los efectos adversos de la malnutrición crónica.
Los autores, liderados por Martin Schwarzer del Instituto de Genómica Funcional de Lyon, Francia, se habían dado cuenta previamente de que los Lactobacillus plantarum habitaban dentro de las tripas de moscas de la fruta e influían en su crecimiento durante el período juvenil, cuando la nutrición y la señalización de la hormona del crecimiento son críticas. El equipo exploró sus efectos en ratones con las mismas cepas y en particular en ratones libres de gérmenes, con niveles bajos de hormona del crecimiento.
Los investigadores encontraron que, mientras que estos ratones sin gérmenes fueron incapaces de recuperar el crecimiento normal después de cambiar a una dieta mejor, los que albergaban únicamente las dos cepas de Lactobacillus plantarum ganaron más peso. Las dos cepas por sí solas fueron casi tan eficaces como toda una microbiota completa para recuperar el crecimiento de los animales.
FUENTE: Jano