El despertar sexual en la pubertad depende de señales enviadas desde el cerebro. La señal neuronal nace en el hipotálamo y debe llegar a los testículos o los ovarios, pero unas moléculas pueden actuar como semáforos modulando esta señal. Si están en verde, la pubertad progresa y se alcanza una función gonadal completa, propia del individuo adulto. Si está en rojo, la señal se detiene y se produce ausencia en pubertad e hipogonadismo. Investigadores de la Universidad de Córdoba y del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) estudian las bases moleculares del hipogonadismo congénito en busca de estos reguladores, para poder diseñar nuevos tratamientos.
El hipogonadismo congénito es una alteración que padece uno de cada diez mil individuos y causa infertilidad, problemas en el crecimiento y alteraciones psicológicas. Considerada rara por su baja prevalencia en la población, esta enfermedad puede estar causada por la deficiencia de una señal cerebral, el GnRH, cuya ausencia impide el desarrollo sexual pleno.
El grupo de investigadores dirigido por el catedrático de la UCO Manuel Tena Sempere forma parte de una red europea de expertos en salud sexual y reproductiva. Coordinado por la Universidad de Lausana, Suiza, el equipo internacional ha publicado en Nature Reviews Endocrinology un documento de consenso acerca de las bases moleculares y las estrategias diagnósticas y terapéuticas del hipogonadismo congénito. En el artículo se muestran mecanismos genéticos relacionados con la enfermedad que pueden ser de ayuda para nuevos tratamientos.
Semáforos entre el cerebro y los órganos sexuales
El equipo científico, compuesto por especialistas de varias disciplinas, ha determinado en qué cruces están los semáforos que pueden interrumpir la señal. Estos reguladores son genes alterados que funcionan defectuosamente. Además, puede haber factores externos relacionados con los hábitos alimenticios de los individuos, así como elementos ambientales que interfieren con la maduración y la función de dichos circuitos cerebrales. Mediante la declaración de consenso publicada ahora, los especialistas pueden desarrollar enfoques más eficientes para sus pacientes en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad.
Según explica Manuel Tena Sempere, una forma frecuente del hipogonadismo congénito, denominado CHH por sus siglas en inglés, es el llamado síndrome de Kallmann, “una enfermedad genética de causa múltiple que resulta de un problema de desarrollo en las neuronas que controlan el eje reproductor”. Aquí la cascada neuronal se ve interrumpida durante la gestación. Cuando llega la pubertad, el individuo no adquiere de forma completa su capacidad sexual. Además, puede producir alteraciones en el crecimiento y también problemas psicológicos por el choque que se produce en el adolescente al ver frenada su madurez sexual.
Raíz genética y otros factores
Los científicos han identificado recientemente algunos de los genes implicados en el síndrome de Kallmann, esos semáforos que actúan entre el cerebro y los testículos o los ovarios. Pese a todo, hay una importante fracción de CHH cuya causa genética no está del todo identificada. En el estudio de esos mecanismos íntimos de la maduración sexual, los científicos pretenden tanto dar respuesta a enfermedades extremas, como el hipogonadismo, como generar un conocimiento básico del funcionamiento de nuestros órganos reproductores.
Para complicar la situación, hay una parte del hipogonadismo que no es genético, sino que el individuo lo adquiere por otros factores como la obesidad, con índices de masa corporal de más de 30. Este hipogonadismo puede producir problemas de la salud, especialmente en varones, por la reducción de testosterona. El sobrepeso que produce hipogonadismo puede desembocar en problemas de erección, disminución de la libido y, en general, alteraciones en la salud sexual. Por otra parte, la enfermedad puede actuar como potenciador de enfermedades metabólicas como la diabetes. “Es un círculo vicioso”, resume Tena Sempere.
Avances desde Córdoba
La aportación internacional del grupo de investigación de la UCO y el IMIBIC se dirige a desentrañar algunos de los mecanismos básicos de la pubertad y la función reproductiva. Uno de ellos es la caracterización de uno de los interruptores que actúan en la cascada neuronal. Llamadas kisspeptinas, estas proteínas actúan como interruptores en la pubertad, permitiendo desde entonces la función reproductiva. Otro es la forma en la que se produce la retroalimentación en el círculo vicioso de la obesidad, el hipogonadismo y la enfermedad metabólica. “Tomar enfermedades como modelo nos permite conocer con mayor precisión la función del eje reproductivo y, a su vez, poder ayudar en el tratamiento de estas enfermedades”, explica Tena Sempere.
Para ello, se emplea un sistema de investigación traslacional. “Tratamos de conocer las causas en la cama del paciente y llevarlas al laboratorio y desandar ese camino con soluciones del laboratorio al paciente”, describe el catedrático de la UCO. La red europea de la que forma parte el equipo reúne tanto a investigadores básicos como clínicos. El abordaje, por ello, es multidisciplinar.
FUENTE: Nature Reviews Endocrinology (2015) doi: 10.1038/nrendo.2015.112