El primer estudio sobre las sucesivas pérdidas y ganancias de peso debido a las denominadas ‘dietas yoyó’ ha revelado que éstas no se asocian con un mayor riesgo general de cáncer tanto en hombres como en mujeres. La investigación, realizada por investigadores de la Sociedad Americana del Cáncer y publicada en American Journal of Epidemiology, es la de mayor tamaño realizada hasta la fecha para analizar la posible relación entre las fluctuaciones del peso y el riesgo de cáncer.
Así, los autores del informe han descubierto que las fluctuaciones en el peso no se hallan asociadas con un riesgo general de cáncer en los hombres o las mujeres después de ajustar el índice de masa corporal y otros factores. Por ello, consideran que quienes intentan perder peso deben ser animados a ello aunque después puedan recuperarlo. La mitad de los adultos estadounidenses tratan de perder peso pero la mayoría no consiguen mantener esa pérdida, con lo que las fluctuaciones de peso son habituales.
Estudios previos en animales y seres humanos habían sugerido que las subidas y bajadas de peso puede afectar a los procesos biológicos que podrían conducir al cáncer. Sin embargo, muchos de estos hallazgos no se han repetido y al menos dos estudios posteriores no mostraron ninguna asociación entre la variación en el peso y el cáncer.
Para este último estudio, los investigadores, dirigidos por Victoria Stevens, directora estratégica de la Sociedad Americana del Cáncer, examinaron variaciones en el peso y el cáncer en más de 132.000 hombres y mujeres que participaron en el Estudio de Prevención del Cáncer II. Iniciado en 1992/1993, la Cohorte Nutrición del estudio reunió información dietética detallada de hombres y mujeres participantes de entre 50 a 74 años para explorar el efecto de la nutrición sobre la incidencia y la mortalidad por cáncer.
Los investigadores analizaron las variaciones de peso de peso y la incidencia de todos los cánceres y de 15 cánceres individuales. Más de 25.000 participantes desarrollaron cáncer durante los 17 años que duró el estudio.
FUENTE: American Journal of Epidemiology (2015): doi: 10.1093/aje/kwv073