Un estudio para el que se ha empleado tecnología de imágenes cerebrales, ha identificado un patrón de respuesta cerebral en los niños que podría suponer un primer paso a la obesidad infantil. En el trabajo, realizado por Nicole Fearnbach, estudiante graduado en el Departamento de Ciencias de la Nutrición de la Universidad de Penn State, Estados Unidos, se escaneó la actividad cerebral de los niños mientras veían imágenes de alimentos altos y bajos en calorías y se detectó que la delgadez y la gordura están vinculados a cómo los cerebros de los niños responden a la alimentación.
Los investigadores, cuyo trabajo se presenta esta semana en la reunión anual de la Sociedad para el Estudio del Comportamiento Alimenticio (SSIB, por sus siglas en inglés), se centraron en una región del cerebro llamada sustancia negra, implicada en la recompensa, el aprendizaje y el control motor, que responde a los estímulos alimentarios. Fearnbach y sus colegas descubrieron que la activación neuronal en esta área del cerebro difería en niños según el peso.
Los niños con mayor peso corporal magro tenían una respuesta más potente del cerebro en la sustancia negra cuando veían los alimentos ricos en calorías en comparación con los niños con menor peso corporal magro. El estudio también encontró que los niños con mayor grasa corporal tenían menor actividad en esta misma área del cerebro cuando vieron imágenes de alimentos sanos bajos en calorías, como frutas, verduras y pollo a la parrilla.
“Creemos que los niños con peso corporal magro podrían tener una mayor respuesta de recompensa a los alimentos altos en calorías, en parte debido a que tienen mayores necesidades de energía en comparación con los niños con el peso corporal menos magro. El peso corporal magro determina en gran medida la cantidad de calorías que quemamos cada día a través de nuestra tasa metabólica en reposo. Los niños más grandes queman más calorías y nuestros resultados muestran que sus cerebros responden de manera diferente a los alimentos”, explica Fearnbach.
“Curiosamente, también encontramos que los niños con más grasa corporal tenían una respuesta cerebral reducida a los alimentos con pocas calorías, que tienden a ser las opciones más saludables –añade Fearnbach–. Podría ser que los niños con mayor grasa corporal encuentran que los alimentos más saludables son menos gratificantes. Pero no sabemos aún si tener más grasa corporal es una causa o una consecuencia de estas respuestas cerebrales”.
Los resultados de este estudio sugieren que la composición corporal de los niños puede influir en cómo el cerebro responde a los alimentos, pero depende probablemente de si estos alimentos son altos o bajos en calorías. Se necesitan futuros estudios de investigación para determinar cómo estos hallazgos se relacionan con la ingesta de alimentos de los niños o su peso corporal en el tiempo.
El estudio involucró a 38 niños de 7 a 10 años y sus padres, con cada familia participando en cinco visitas totales al laboratorio. La composición corporal de los niños se midió para obtener el peso corporal magro y la grasa corporal. También se realizó una exploración de los niños mediante imagen por resonancia magnética funcional (fMRI) mientras veían las fotos de alimentos que diferían en el contenido de energía y los autores determinaron la respuesta del cerebro de cada niño a estas diferentes categorías de alimentos y miraron cómo estaba influenciada por su composición corporal.
FUENTE: Jano