Un equipo internacional de investigadores ha comparado los volúmenes cerebrales de las personas con y sin depresión recurrente en Europa, Estados Unidos y Australia.
Para ello, han utilizado la técnica de resonancia magnética del cerebro (IRM, por sus siglas en inglés), y los datos clínicos de 1.728 personas con depresión y 7.199 individuos sanos. Sus resultados indican que los pacientes con depresión recurrente tienen hipocampos más pequeños.
La depresión recurrente afecta, al menos, a una de cada seis personas a lo largo de su vida. Se trata de un trastorno clínico del estado de ánimo en el cual los sentimientos de tristeza, frustración, pérdida o ira interfieren en la vida cotidiana de una persona en períodos varían entre semanas, meses o años.
“Nuestros hallazgos arrojan nueva luz sobre las estructuras cerebrales y los posibles mecanismos responsables de la depresión”, explica Jim Lagopoulos, del Instituto del Cerebro y Mente de la Universidad de Sídney y coautor de la investigación dentro del proyecto ENIGMA y que se publica en la revista Molecular Psychiatry. “Se confirma la necesidad de tratar los primeros episodios de depresión con eficacia, sobre todo en adolescentes y adultos jóvenes”, apunta Lagopoulos
Las personas que habían sufrido un primer episodio de depresión severa (el 34% de los participantes con depresión) no presentaron un hipocampo más pequeño que los sujetos sanos.
Este hecho indica que los cambios en el cerebro se deben a los efectos adversos de la enfermedad depresiva en dicho órgano a lo largo del tiempo. El 65% de los pacientes que participaron en el estudio padecían depresión severa.
“Este gran estudio confirma la necesidad de tratar los primeros episodios de depresión con eficacia, sobre todo en los adolescentes y adultos jóvenes, para evitar los cambios cerebrales que acompañan a la depresión recurrente”, añade el científico.
Lagopoulos apunta que a pesar de la intensa investigación en las últimas décadas para identificar las estructuras del cerebro vinculadas a la depresión, “nuestra comprensión de sus causas sigue siendo rudimentaria. Una de las razones es la falta de estudios más amplios, la variabilidad en la enfermedad y de los tratamientos proporcionados, así como las complejas interacciones entre las características clínicas y la estructura del cerebro”, concluye .
FUENTE: Molecular Psychiatry (2015); doi: 10.1038/mp.2015.69