La enfermedad cardiovascular es la principal causa de mortalidad prematura en el mundo desarrollado, y la hipertensión es su factor de riesgo más importante. El control de la hipertensión es un importante foco de iniciativas de salud pública, y los enfoques dietéticos se han centrado históricamente en el sodio. Mientras que los beneficios potenciales de las estrategias de reducción de sodio son discutibles, un hecho sobre el que hay poco debate es que las principales fuentes de sodio en la dieta son los alimentos procesados industrialmente.
Los alimentos procesados también resultan ser generalmente altos en azúcar agregada, el consumo de los cuales podría ser más fuerte y directamente asociado con la hipertensión y el riesgo cardiometabólico. La evidencia de estudios epidemiológicos y ensayos experimentales en animales y humanos sugieren que los azúcares añadidos, sobre todo fructosa, pueden aumentar la presión arterial y la variabilidad de la presión arterial, incrementar la frecuencia cardiaca y la demanda de oxígeno del miocardio, y contribuir a la inflamación, resistencia a la insulina y la disfunción metabólica.
Por lo tanto, quizá sea momento de mirar más al azúcar y no tanto al sodio cuando se trata de controlar la presión arterial y prevenir enfermedades cardiovasculares, pues los azúcares no sólo pueden favorecer el desarrollo de hipertensión arterial sino también, de otras patologías como vemos.
Entonces, de ahora en adelante debemos considerar que cuando se trata de hipertensión, la culpa puede ser más de la ingesta de azúcar que del sodio que consumimos habitualmente. Esto no significa que no debamos controlar dicha ingesta, la cual no es positiva para la salud cardiovascular, debiendo limitarse a 2000 mg de sodio al dia (5 g de sal comun).
FUENTE: Open Heart 2014; 1:doi: 10.1136/openhrt-2014-000167